IV Asamblea Nacional de Avicultura en Madrid. Del 8 al 14 de noviembre de 1948

IV Asamblea Nacional de Avicultura en Madrid. Noviembre de 1948

Leyendo las memorias de los concursos de puesta

Don Pedro Laborde-Bois, que había sido hasta entonces redactor jefe, pasó a ocupar el cargo de director 1921. de una revista llamada España Avícola (1918), ya extinguida, nos desgrana en la intervención de su ponencia a los asambleístas, en la IV ASAMBLEA NACIONAL DE AVICULTORES Y EXPOSICIÓN, haciendo hincapié en las tres razas de ponedoras;  Leghor, Castellanas y Catalanas del Prat.

Dando un repaso a la avicultura de aquella época, y al profesor Salvador Castelló, benemérito de la avicultura española por tantos conceptos, fue el que aconsejo o propuso a los ganaderos avicultores importantes, que exportaran gallipollos Menorcas, para cruzarlas con las gallinas castellanas negras de la península, de esto se sabe muy poco y es difícil documentar la información, pero en este caso tengo el libro y puedo compartir la información con todos.

Hay que recordar que Salvador Castelló  llevo al I Congreso Mundial, el de la Haya, un grupo bastante numeroso de gallos y de gallinas, todos negros, como los representantes de las aves de distintas provincias, cuando en realidad no era más que representantes de una sola y misma raza, la Castellana, y denominada para entendernos, como variedades de Castellana mejorada, al llevar la sangre de los gallipollo Menorcas Ingleses.

Otra cosa que no es conocida del gallo castellano negro, es que se tomó como emblema para el glorioso estandarte de la primera Sociedad de Avicultores (1898 a 1905), y a su vez, su majestad el rey D. Alfonso XIII en 1902 le puso al estandarte la corbata de honor,.también lo fue en el II Congreso Mundial de Avicultura, reunido cómo se sabe en Barcelona 1924, esto es un tema anecdótico, pero de orgullo hacia los criadores de la Gallina Castellana negra.

España Avicola

Cartel Barcelona 1924

Don Pedro Laborde-Bois Noviembre de 1948

Pues bien, aquí os dejo el texto integró del discurso. Que al leerlo entenderéis muchas cosas y otras desconocidas. Sobre la historia de nuestra Castellana, es un documento histórico, que lo disfrutéis.

Por Don Pedro Laborde-Bois

 Noviembre de 1948

Llegan todos los años, al terminar las temporadas de puesta, las memorias de los concursos celebrados. Y a pesar de las impaciencias de algunos que piden: “¡Esto es poco!”, que exigen la igualdad en la manera de apreciar los resultados, en ninguna publicación hemos leído todavía juicios derivados de las comparaciones que esperábamos se hicieran, dada la perentoriedad con que se quería ver formuladas las normas a que habían de sujetarse las calificaciones de las aves por su postura.

Sobre este tema voy a tratar. No pretendo desarrollar una lección de avicultura según el antiguo patrón, no tan antiguo, porque estaba en su completo apogeo sólo hace unos cuantos años, pocos, muy pocos; yo los he vivido(perdono las risas), y no creo correr ningún riesgo al afirmar que muchos de los que me escuchan los han vivido también y de ellos tienen agradables recuerdos. Voy a evocar algo de lo que entonces constituía la base y la esencia de la explotación avícola: el estudio y descripción de las razas de gallinas; enumeración y discusión de sus caracteres, llevado este tema hasta el limite.

En esto se basaba el arte avícola, pues casi puede decirse que la única finalidad perseguida era la belleza de las aves y su uniformidad para constituir razas. Tal vez esta manera de apreciar la avicultura tenía un carácter, un cierto excesivo que constituye una superación, y hoy, juzgando que se había ido demasiado lejos, para enmendar el mal se ha caído en el extremo opuesto, haciendo desaparecer por completo lo que hasta entonces se había tenido como apoyo indiscutible del arte avícola; han desaparecido las razas para concentrarse en una sola preocupación: la gallina ponedora de huevos y en algunos casos la productora de carne.

¿Ha sido esto un bien? ¿Hemos de aceptar la innovación o hemos de recurrir contra ella? Para mí este es uno de los problemas actuales; sobre todo para los que tomamos la avicultura como un placer, como un descanso, no como un trabajo, que también es un castigo del cielo el trabajo.

Yo ya sé que no es posible volver a los primitivos gallineros, ocupados por una población abigarrada que no tenía más de común que el ser gallos los machos y gallinas las hembras. Y por el camino que seguimos olvida dando los caracteres a eso vamos a llegar, y esto no puede ser. Los aficionados de aquel entonces, y no se olvide nunca que aficionado es este caso es lo mismo que enamorado del gallinero, para disimular, para excusar sus aficiones, procuraron embellecerlas por cuantos medios estuvieran a su alcance, y entre ellos tal vez el principal consistió en unificar y corregir las formas y el colorido de la capa de todos los pobladores del gallinero a los que en ellos dedicaban sus aficiones.

Así poco a poco se revelaron las razas; no digo nacieron porque ya existían, aunque de ello nadie se había apercibido; pero el trabajo continuado de la afición fue aislando ejemplares y fijando los caracteres hasta llegar a la hermosura que hemos conocido a fines del pasado siglo y principios del actual, de la que tan solo nos queda el recuerdo.

Pero proceder así supone una gran constancia y una gran dosis de paciencia e inteligencia, y la distribución de estas facultades no es tan extensa y abundante como fuera de desear; así es que sobrevino el cansancio y el consiguiente abandono, aunque no total, por qué se sustituyó la finalidad deportiva por la productiva, y algunos, los más profundamente enamorados del gallinero, se dedicaron a formar planteles de buenas ponedoras, que primero explotaron para sí, y después, vendiendo ejemplares seleccionados, han extendido e incrementado la industria huevera hasta alcanzar el desarrollo actual, en qué constituye la base de la vida de innumerables familias más o menos campesinas.

Todo esto está muy bien; nada tiene de censurable; por el contrario, no merece más que alabanzas y encomios. Pero junto a esta explotación industrial debiera conservarse la afición avícola, es decir, el entusiasmo por la avicultura, y si esto fuera así se recogería huevos pero también se conservaría y mejorarían las razas, cosa que casi puede decirse que hoy no se hace.

Las Razas han desaparecido, hasta el punto que resulta imposible organizar una exposición avícola, hoy no existen más que leghorns, castellanas y catalanas del Prat ; de estas razas son casi todos los ejemplares que se escriben en los concursos, y aunque todas ellas sean de superior procedencia, hay que convenir qué una exposición en la que no se presenten más que aves de estas tres razas, blancas, coloradas y negras, resulta poco llamativa y tiene escasas posibilidades de conquistar nuevos adeptos.

Esta es la razón por la que, aunque hoy es mayor, sin duda, el número de gallineros en explotación, el de exposiciones disminuye hasta el punto de que poco a poco van desapareciendo. Y, sin embargo, es posible simultanear la explotación productiva con el deporte, porque esta es la verdadera avicultura y sin él es imposible el progreso y la interior satisfacción. Porque no se puede olvidar que lo que se persigue es la cultura avícola: Eso es avicultura; que no es algo tan simple como lo que vulgarmente se da como definición; el cuidado de las aves domésticas, sí; pero el cuidado culto.

Este nombre lo usufructúan los que llamamos avicultores, de alguna manera los hemos de llamar, porque de ellas ocupan, aunque no son más que explotadores de las gallinas, con lo que han conseguido un modus vivendi tan interesante y respetable como se quiera, pero que nunca puede ser sinónimo de cultura avícola.

Pues bien; explotemos el gallinero; pero vamos lo de manera culta, en este caso o el miedo lo útil con lo agradable; lo útil qué es el beneficio de la explotación de la puesta, y lo agradable, y lo agradable, que haga que está puesta de las gallinas sea realizada por aves elegantes, vestidas con corrección; que se puesta de guante blanco, porque en otra forma no hacen falta avicultores; basta con los campesinos y sus corrales.

Ya he dicho que hoy son tres las razas que utilizamos como ponedoras. Lo agradable sería que, sin salir de España, además de estas tres dispusieramos de otras varias. No quiero decir que una por cada provincia, no aspiro a tanto para que no se me tache de ambicioso; pero si, por lo menos, una por cada uno de los antiguos reinos que todo puede ser y sería con que solo contásemos con verdaderos avicultores, cómo avicultores cultos, qué son los que hacen adelantar la avicultura. Vizcainas, gallegas, leonesas, et.

Solo nos viene a la memoria dos avicultores: El uno catalán y el otro sevillano. Aquel ha presentado unas gallinas que no creo hayan salido de sus lares originarios: Gallinas negras, casi de tipo castellano que tiene la particularidad de poner huevos coloreados que son muy apreciados en Barcelona, hasta el punto que los recoveros si no los encuentra no sienten preocupación por teñir cualquier huevo blanco y servir así sus compromisos.

El sevillano, con sus gallinas, extremo producto selectivo de las gallinas vulgares de Utrera, ha conseguido y está consiguiendo triunfos muy cerrados y muy merecidos, pues ha logrado formar lotes de aves con biotipo fijo, perfecto y uniformemente acusado, y al mismo tiempo es en estás de defectos de la cloquera, a pesar de su procedencia original, qué es la campesina.

Pues bien; si todas estas excepciones, que deben servir de ejemplo, ¿que queda? Nada: Las tres razas que al principio hemos nombrado. Veamos pues, cómo se manifiestan,. para qué sirven y qué es lo que representan.

Medalla bronce Don Pedro Laborde-Bois 1947

Medalla bronce Don Pedro Laborde-Bois 1947

 A Pedro Laborde-Bois Caro, beneficiarios de la Orden Civil del Mérito Agrícola, publicista que destacó por su labor desarrollada en la industria avícola, se le concede la categoría de Comendador de número en 1947. La Medalla de bronce, creada en 1925 y restablecida en 1942, tenía como finalidad premiar a las categorías más modestas relacionadas con la agricultura.

Estandarte primera Sociedad de Avicultores 1898 a 1905

Corbata estandarte primera Sociedad de Avicultores 1902

Comencemos relegando para mejor ocasión algunos grupos de aves que se nos presentan bautizados con los gentilicios de diversas provincias y que en realidad sólo existen en el buen deseo o en la mente de los que las citan. De esto son claros ejemplos las valencianas. Comienzo por mi casa. ¿Hay alguien que se haya preocupado en seleccionarlas y fijar su tipo? ¿Y las mallorquinas? Ambas podrían existir, pero no existen; de cuando en cuando aparecen sus nombres en el casillero de las clasificaciones para llenar un puesto; pero la realidad la constituye la no existencia, aunque reanuda en condiciones y posibilidad para asistir.

Separadas estás, hemos de preocuparnos precisamente de nuestra vecina la catalana del Prat, que ha constituido durante largos años una gran raza, perfectamente definida y por todos admiradas, pero que hoy poco a poco, desgraciadamente, va desapareciendo, hasta el punto de qué son pocos y cada día menos los que a los concursos se presentan.

¿Qué ocurre? La gallina del prat, en sus buenos tiempos, era una gallina hermosa, pero basta, cuyo aspecto demostraba fuerza, robustez, y vigor; aquella cabeza con apéndices voluminosos, llenos de defectos para técnicos extranjeros, conocedores tan sólo de sus razas, pero que para sus criadores constituían mérito; con sus barbillas y sus orejillas de gran tamaño, y su cresta alta, gruesa, con apéndices, como si no tuviera bastante con su superficie natural para mostrarse; con la marca del pulgar perfectamente acusada, tenía un aspecto extraordinario, de belleza indiscutible, de gallina trabajadora, de productora, de lo que era en realidad, no de gallinas y ahorita.

Entonces se la consideraba, y con razón, cómo ponedora excelente de huevos gruesos. A sus propietarios se les ocurrió civilizarla y la sometieron al imperio de sus prejuicios; para ello comenzó por intentar limpiar su cabeza de lo que para los extranjeros constituía defectos y disminuir su tamaño; no sé si esto se haría adrede, cosa que no creo, o si sería resultado obligado de sus combinaciones.

Pronto lo consiguieron; cosas más difíciles se logran con la selección y la consiguiente reducción genealógica (a los que no entienden en castellano les diré que esto de genealógica es lo mismo que pedigree); pero para nada se preocuparon ni de conservar sus virtudes ni de aminorar o hacer desaparecer sus defectos, y así, nos encontramos con unas catalanas del Prat muy finas, tanto que en algunas ocasiones se confundiría con las Leghorn naranjas, cucas persistentes y ponedoras de huevos pequeños si se les compara con los que en su época pusieron.

Se ha pagado un tributo al extranjero, tributo que no era necesario ni se nos pedía. Y esto no lo digo porque si; me apoyo en lo dicho por W.Powell Owen, bien conocidos por todos y, más que por mí nadie, por los que en todo momento fomentar las relaciones con Inglaterra para copiar en muchas ocasiones lo innecesario.

Y aquí lo que esté eminente técnico avícola dijo desde la Argentina a propósito de las catalanas del Prat: Me encuentro en condiciones de ponderar a la catalana del Prat por su arrogante porte, tamaño del cuerpo, mayor que las Leghorn blanca, y la viveza reflejada en sus ojos, condiciones todas que denotan el alto perfeccionamiento a que se ha llegado en esta raza.

Nuestros grandes criadores (los ingleses) se interesaría muchísimo por esta raza, por tratarse de un ave resistente, y aún los pequeños agricultores residentes en pueblos y ciudades encentrarían ventajosa la crianza de estas aves por su plumaje oscuro, resistente a los efectos del humo y del polvo de las grandes urbes.

En una de las visitas a los distintos establecimientos puede comprobar las grandes condiciones de ave ponedora qué destacan a la catalana del Prat. La orientación dada a la crianza de esta raza es acertadísima, por cuánto he podido comprobar pleitos de utilidad; la solidez de su conformación como raza sufrida y ligera, a más de prometer una elevada postura, como también ser los gallos de mayores proporciones de la raza Leghorn blanca son factores que hay que tenerlos en cuenta. Según mi criterio, esta raza soportaría ser criada para alta postura.

He aquí bien clara la equivocación, que se ha cometido nueva orientación dada a la cría de la catalana del Prat. Raza de trabajo; si no se quiere que lo diga así, diré raza de utilidad. En lugar de mejorarla en el sentido de la puesta se ha perdido el tiempo en la modificación de sus caracteres, que para nada influya en ello, sin lograr el resultado ha apetecido: Presentadas en sociedad, porque con todo lo que se ha querido mirar como defectos, estaba ya admitida en ella, reconociendo sus grandes virtudes como productora de carne y ponedora de huevos.

La leghorn no es otra de las razas que hemos citado cómo básica y actualmente de los concursos, y en realidad, de la producción huevera ilustrada. Digo ilustrada por qué nuestras campesinas estás la rechazaban por considerarla débil por su capa blanca; en cambio, enloquecen ante una Prat, a la que consideran fuerte, capaz de gran producción; es decir, que la leghorn no se ha logrado aclimatar en nuestros campos, a pesar de ser de ellos originaria. ¿ porque ha ocurrido esto ? En general, las gallinas de esta raza que poseíamos eran aves degeneradas de pequeño volumen y el huevo que producían casi no llegaba al tamaño que denominamos comercial.

Los catalanes, el lugar de seleccionar y mejorar por todos los medios su raza características, la catalana del Prat, consideraron más rápido y más expedito importar de Inglaterra reproductores leghorn y dedicarse a explotar los productos de su importación. No han sido solo ellos: se ha realizado también en otros puntos de España; pero en algunos este nuevo descubrimiento ha tropezado con la contrapartida de un criador entusiasta que a la raza importada a contra ha contrapuesto tres razas seleccionadas y de magnífica producción, hijas de España. Lo hecho es, sin duda, muy descansado y puede dar origen a grandes ingresos de dinero, pero no se puede recomendar a nadie que desee llamarse avicultor; solo a los comerciantes que explotan la puesta.

Es muy frecuente que no se importan más que machos para cruzar con el plantel femenino de que se dispone, y con esto, repetido todos los años o, por lo menos, con relativa frecuencia, por sucesivos refrescamiento de sangre, se consigue renovar por completo la población había sujeta a explotación. Aunque esto se titule refrescamiento de sangre, como acabamos de decir, no es más que un cruzamiento absorbente más o menos lento.

En los concursos de puesta sólo deben admitirse aves de pura raza; esto creo que se prescribe en todos los reglamentos por los que se rigen; de ellos están proscritos los cruzamientos, menos en el caso de tratarse de concursos especialmente convocados para la competencia entre aves cruzadas. Es cosa de sobra sabida que los productos de los cruces son más robustos y, por lo tanto, de puesta más intensa, de manera que las razas puras al competir con ellos luchan con desventaja.

Alfonso XIII colocando la corbata al estandarte en 1902

Se me dirá que dar machos leghorn a las gallinas de aquí, que son de la misma raza, no es cruzar; no cabe duda de que no se trata de cruzamientos de razas.

Qué son los verdaderos cruzamientos, pero sí del de estirpes, que no otra cosa son los refrescamiento de sangre.

Llevados a tal extremo, que están entre sí tan separadas las estirpes que se aparean, que han pertenecido todas a la raza leghorn, están tan distantes como puede estar esta raza de la catalana del Prat o de la Castellana.

Quedan las castellanas, no tan cuidadas como deberían estarlo, pero sí bastante puras, aunque algo faltas de igualdad en el tipo. Su cruzamiento, algo parecido al moderno de la raza leghorn, del que acabamos de ocuparnos, es bastante antiguo. Todos sabemos que hace ya algunos años se importaron menorcas de Inglaterra, que se cruzaron con nuestras gallinas negras que llamábamos castellanas, hijas de las que en aquel país se denominaba » moriscas «.

La importación se realizó con vistas a la mejora y afinar el tipo, no a aumentar la producción, aunque este fue el resultado natural. Se guardan memoria de estirpes famosas de esta época como las castellanas de los ganaderos Guerreros Hermanos, de Jerez de la Frontera; cito solo está por ser la más conocida de esta época; pero no puedo olvidarme, por lo mucho que influyó en la expansión y popularidad de la raza, la granja del Duque de Sexto, titulada «El Gallo de plata», situada en Algete, próxima a Madrid y dirigida por el Conde de las Navas. El emblema de estas instalaciones era un gallo castellano negro.

Fueron bastantes por entonces los avicultores que se dedicaron a reproducir estas gallinas. Y tan entusiasta se mostraron, que muchos no se contentaron con menos que considerar la producción de sus gallineros cómo nuevas razas; así aparecieron las jerezanas, las zamoranas, leonesas, las mallorquinas y tantas otras que motivaron que don Salvador llevará al I Congreso Mundial, el de la Haya, un grupo bastante numeroso de gallos y de gallinas, todos negros los representantes de las aves de distintas provincias, cuando en realidad no era más que representantes de una sola y misma raza.

Trabajo seguramente de resultado imposible hubiera sido encargarse de diferenciar las zamoranas, leonesas de las Jerezanas y estas de las mallorquinas o menorquinas; es igual, porque, aquí en la denominación de la raza, nos encontramos con un verdadero juego de palabras que constituyen en esencia un conjunto de barbarismos, empleando esta palabra en el sentido que gramaticalmente tiene.

Los ingleses nos dicen que ellos se encontraron estas gallinas negras en la isla de menorca, que ocuparon durante algún tiempo y que, al abandonarla, algunos de ellos, aficionados a la avicultura, se llevaron algunos ejemplares a Inglaterra.

Esto lo afirman autores muy respetables de la época, y estos también nos dicen que una vez en Inglaterra, con el fin de hacerlas aumentar de tamaño y hacer más vistoso el negro cuervo de su plumaje, las cruzaron con las Langshan; después, por selección inteligente, intensa y continuada, hicieron desaparecer los caracteres que consideraron sobrantes para su propósito, quedando una gallina de mayor volumen, más envelada, de corte elegante, de capa negra con reflejos metálicos, con los apéndices de la cabeza, digo de la cabeza, no de la cresta muy desarrollados, a la que denominaron Minorca.

Los franceses intervinieron también ¡ cómo no ! dada la hermosura de la que se acababa de hacer su presentación oficial en sociedad, y para acreditar qué había pasado por sus manos la denominaron Minorque. Ahora viene lo bueno, aquí en España los aficionados de tendencia anglófila la llamaron Minorca, y los de inclinación francófilos Minorque, aunque a muchos les bastó para ello haber estudiado en libros franceses.

Todos contribuyeron a hacer desaparecer su verdadero nombre, qué era, cómo es natural Menorca. Siempre ha parecido que hemos tenido un verdadero disgusto o que ofendamos a alguien si afirmamos que existía alguna raza de ascendencia española, aunque lo natural parece que hubiera debido ser mostrarnos satisfechos.

Don Salvador Castelló, benemérito de la avicultura española por tantos conceptos, fue el que aconsejó a los ganaderos españoles ya antes nombrados, Guerrero Hermanos, que importaran de estás gallinas y las cruzasen con las castellanas de tipo andaluz que poseían.

Los resultados de este cruce se esparcieron por toda España, en cuyos gallineros fueron entusiásticamente acogidos; tanto que al fundarse la primera Asociación de Avicultura Español se tomó como emblema al gallo castellano negro. También lo fue el II Congreso Mundial de Avicultura, reunido cómo se sabe en Barcelona 1924.

Esto es solo historia anecdótica, tanto para mí como para todos cuántos apetecemos ostentar el nombre de avicultores, muy interesante porque son los fastos de nuestra nobleza, que ahora viene al pelo, como verán.

La gallina negra es conocida en España desde muy antiguo y, además, muy abundante ella; en Castilla se la denominó y aún denomina morisca, sin duda por nuestra propensión a denominar «moro» todo cuando se nos presenta de coloración oscura.

Todas estas gallinas, esparcidas por todos los ámbitos de la Península, al ser manejadas por manos inteligentes sufrieron transformaciones a base del cruce con las menorcas inglesas, a lo que mucho contribuyó la buena inspiración de don Salvador al importar directamente de Inglaterra gallipollos Menorcas, que se repartieron por toda España.

Si a esto se agrega que no puede olvidarse que todo carácter del ser vivo es el producto de la acción conjunta de la herencia y del medio, y como aquí, entre nosotros, este medio es muy vario, no tiene nada de particular que haya contribuido en más de una ocasión a crear pequeñas diferencias morfológicas, que a servido de base para que los criadores, entusiastas fundadores de razas, haya sido tentado a perpetuar su nombre o el de su provincia al lado de lo que se ha tomado nueva raza de gallinas, cuándo todo lo más, y en algunas ocasiones con muy buena voluntad, puede calificarse de variedades.

No hay que entusiasmarse con ellas, sino por el contrario, dolerse de su  aparición.

Es necesario hacer desaparecer esta variedad de caracteres que hoy existe buscando un solo tipo, qué es el que lleva el nombre de castellana. Contribuiría a ello a fijarse en las aves que llegan al las concursos de puesta, recomendando que solo deben destinarse a la reproducción las que se ajusten a un determinado patrón, para y aún en casa lo que se darán instrucciones a los dirigentes de los concursos indicando cuáles son los caracteres que deben conservarse y aún intensificarse y cuáles son los considerados como faltas y que, por lo tanto, deben desaparecer.

A las granjas que se sometan a estas instrucciones y según ellas se desenvuelven, deben darse les además de diplomas algún otro distintivo y derechos que las halaguen y las incite a continuar en su buena labor, y lo mismo digo en cuanto a las catalanas del prat, no debe ni puede olvidarse que las dos razas son las únicas de verdadera ascendencia española.

Explotemos, pues el gallinero; pero explotemos lo de manera culta, como al principio hemos dicho y después hemos procurado demostrar, simultaneando lo útil con lo agradable, es decir la producción con la belleza, y así podríamos llegar a que cada región tuviese su raza, como ocurre con Cataluña y que en España se distinga por la Castellana, cuyo macho, cuyo gallo, constituye el emblema de la avicultura española, papel que oficialmente se le ha asignado, y además que le corresponde por su antigüedad entre las razas españolas y por su arrogancia in imitada por los de ninguna otra raza, cuando después de un zarzaleo vigoroso, yergue la orgullosa cabeza y canta con el poeta.

«… Tengo cien picas combatiendo en Flandes, mil indios en la falda de los Andes…, caldera y pendón, horca y cuchillo…»

Colombófilos Estandarte de la primera Sociedad de Avicultores 1908

Congreso Glorioso estandarte de la primera Sociedad de Avicultores 1902

Bibliografía:

IV Asamblea Nacional de Avicultores, Cunicultores y Apicultores y Exposición (Noviembre 1948)

Avicultura, 1904. S. Castelló. Adm. y Red. de «La Avicultura Práctica», Barcelona.

Revista de Menorca. Agosto 1922. «Las Minorcas, cómo regeneradoras de nuestras Castellanas,Andaluzas o Menorquinas. S. Castelló. Publicación del Ateneo Cientifico, Literario y Artístico de Mahón. (Tomado de Mundo Avicola, mayo 1922).

Mundo avícola Mayo 1902

S. Castelló. Real Escuela de Avicultura, Arenys de Mar.

Avicultura, 1931. (Vol. 1). B. Dürigen. Edit. Gustavo Gili, Barcelona.

Gallina y Gallineros, 1933. (Vol. 1). Ramón J. Crespo. Edit. Espasa Calpe.

Mundo avícola,  Noviembre de 1902.

Real Escuela de Avicultura, Arenys de Mar.

Temas avícolas. nº 56. «La Raza Castellana Negra». Real Escuela de Avicultura, Arenys de Mar

España .Avicola revista, hace un siglo, José Antonio Mendizabal

Avicultura Industrial, 1943. J. Rubio y M. Villanueva. Ediciones Menfis, S.L., Barcelona.

Libro Español de patrones avícolas, 1953. C.E.A.S. Ediciones GEA, Barcelona.

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